La memoria del salitre vive en las oficinas Humberstone y Santa Laura

A menos de una hora de distancia desde el centro de Iquique aparece un enorme pueblo fantasma en pleno desierto, justo en la intersección de la Panamericana Norte con la ruta que une a la capital regional de Tarapacá con el poblado de Pozo Almonte.

Aunque pareciera una alucinación producto del calor imperante, no lo es. Con un nombre afamado dentro de la memoria nacional, pero menos conocido en la vida real, la oficina salitrera de Humberstone es uno de los hitos que todo viajero al norte de Chile debiera conocer.

¿Por qué? Porque rememora la gesta del ser humano en búsqueda de las riquezas de un desierto inhóspito, por ejemplo. O porque tiene una centena de máquinas industriales metidas en galpones que parecen sacados de una serie western. O porque fueron –junto al cercano campamento Santa Laura– nominadas como Patrimonio de la Humanidad como ícono de la trasformación industrial en una zona tan desolada y cuyos restos aún relatan la impronta del lugar.

En un secreto no tan secreto. Desde Iquique, se puede llegar en alguno de los recorridos que se ofertan diariamente en el centro de la ciudad. La variante del viajero independiente se da fácil: hay que llegar a las cercanías del Mercado, en la calle Amunátegui, hay dos líneas de minibuses que van hasta Pica y Matilla, cruzando el portal de ingreso a Humberstone.

Son sólo 47 kilómetros en que el clima varía diametralmente de la humedad al seco extremo en medio del desierto de Atacama. La enorme cuesta une a Iquique con Alto Hospicio, en el primer tramo del viaje, otorga amplias panorámicas de la urbe y de las perfectas dunas del Cerro Dragón.

Paseo por la historia del Salitre   

Hay que cruzar la carretera y caminar unos doscientos metros más para poder llegar al sencillo pórtico que separa al presente del pasado. Casi como si fuera una puerta en el tiempo, tras cancelar los $4000 pesos que cuesta el ticket, en un paso se retrocede un siglo.

Una serie de casas se apilan a ambos lados de una avenida. De un solo piso y con las puertas abiertas, ofrecen las primeras visiones de un lugar que cuenta historias anónimas de la epopeya de sacar una riqueza mineral de un suelo yermo. El calor se acrecienta, el escaso viento reseca la piel y la sombra se hace un bien preciado. No obstante, el tesoro “arqueológico” que se encuentra caminando bajo el sol, supera con creces cualquier sofoco.

Bastan pocos minutos para darse cuenta de la magnitud de este sitio. Las más de 570 hectáreas que comprenden el sector y en donde actualmente los edificios desvencijados, llenos de tiempo y olvidos, eran el hogar de más de 3700 habitantes. Un pequeño pueblo de enormes historias ligadas al salitre, el “oro blanco” que fue el gran producto que generó avances, riquezas e injusticias durante finales del siglo XIX y mediados del XX.

El salitre, uno de los motivos por los que se inició también la Guerra del Pacífico y la anexión de todo este territorio de manos peruanas a chilenas, motivó a que la oficina de Humberstone, se inaugurara en 1872, constituyéndose en un polo de desarrollo de la industria sin igual para toda esta zona. Tras su cierre en 1950, toda la prosperidad devino en un abandono y un saqueo constante.

La resurrección de Humberstone

En 1997 el declive de este lugar paró. Un grupo de ex funcionarios, antiguos trabajadores y sus familias, se organizaron en torno a la Corporación Museo del Salitre, entidad que recuperó el patrimonio histórico y cultural constituido por Humberstone y el cercano campamento Santa Laura. El trabajo mancomunado junto a gobiernos regionales y entidades privadas, posibilitó que se salvaguardara gran parte del trazado arquitectónico. El éxito fue coronado cuando el 2005 la UNESCO concede el título de “Patrimonio de la Humanidad” a estos sitios por sus atributos únicos, definidos como los Criterios de Valor Universal Excepcional.

Caminar por sus ahora despobladas calles de tierra, en medio de zonas como la población de empleados, la casa de administración o la zona industrial con grandes galpones y locomotoras, genera una inmersión en las raíces de la cultura pampina. Una simbiosis entre migrantes de todo Chile y extranjeros, que vinieron a explotar uno de los desiertos menos amigables con el ser humano.

En el corazón de Humberstone, su plaza de Armas, se puede vivenciar realmente lo que significó esta epopeya de trabajar con calor por sobre los 35°C durante el día y un frío de casi cero grados, cada noche.  Alrededor de la plaza se constituyeron las principales edificaciones: la Recova, la iglesia, el teatro municipal, el hotel y la pulpería. Unos antiguos árboles siguen erguidos frente al reloj de la Recova (mercado) y desde pequeños negocios venden excelentes helados artesanales de mango.

Al costado poniente de la plaza está el edificio que cobijaba a la pulpería, el principal centro comercial de la vida salitrera. Una especie de shopping en que se tranzaba con fichas, que era la moneda alternativa y la única que regía dentro de Humberstone. Este sector es el único que ha sido reformado.  

Inmersión Salitrera

Desde hace un año la Pulpería volvió a la vida. El local de abarrotes, la oficina del gerente, la tienda de telas y vestidos o la panadería, parecieran funcionando, llenas de colores y gente atendiendo o comprando. La escena pareciera llevarnos a un siglo atrás, en plena bonanza económica. Es el resultado de una fantástica restauración en los 2305 metros que ahora lleva por nombre Centro de Interpretación del Salitre.

Divididas en varias salas, la exposición otorga una gran cantidad de información con respecto a la vida de las salitreras. El complejo de Humberstone y Santa Laura, son los ejemplos de lo que fueron casi 200 puntos de explotación minera en el desierto de Atacama, durante las primeras décadas del siglo XX. Casi nada queda de ellos.

Fichas salitreras, una mesa en que se ve la vajilla de los capataces versus la de los obreros, una inmensa locomotora completamente refaccionada y la zona de frigoríficos, se hacen notar. Hay muchas historias de los propios trabajadores del salitre que se destacan y sirven como una referencia directa al sentir de la gente de esa época. Junto a la plaza hay que visitar el Teatro, con sus butacas originales y completamente pintado. Pareciera como si en cualquier momento saliera una banda en escena.

Hay una serie de sectores cercanos a la plaza que permiten conocer profundamente el cómo era Humberstone cuando estaba en pleno funcionamiento: el hotel, el sector de la piscina y la cancha de básquetbol –ambos sectores con graderías de madera- y la escuela que conserva en sus salas a los banquitos de colegio centenarios.

Muevan las Industrias 

Completas poblaciones, o lo que queda de ellas, dejan a la imaginación lo que sucedía dentro de las moradas de los trabajadores. Calles completas con pequeñas viviendas de dos o tres cuartos, servían como dormitorios y cocinas. Hoy sólo hay silencio y algunos muros rayados por los visitantes poco respetuosos.

La ruta encamina hacia una enorme chimenea que se ve hacia el noroeste. El enorme tubo que apunta hacia el cielo como un dedo mecánico, está flanqueado por grandes galpones que demarcan la zona industrial de la salitrera. El viento silba entre las rendijas de las construcciones que se encuentran abandonadas. Entrar en ellas es un acto de descubrimiento, una exploración entre fantasmas y enormes máquinas a vapor que han quedado como testimonio de época. Como si fueran robots encallados, llenos de pistones y enormes tuercas, las máquinas de fabricación británica están inertes como en un museo en pleno desierto.

En otro galpón abierto están las locomotoras que movían todo el salitre hacia los puertos del Pacífico. Enormes, hay una que está a las afueras en perfecto estado y punto ideal para descansar del sol o ver los coloridos atardeceres del desierto atacameño.

Salitrera Santa Laura

Sin embargo, recomendamos ver el atardecer en un punto más industrial aún: el campamento de Santa Laura. Distante a un par de kilómetros de la portería de Humberstone, su estructura es visible desde la carretera que une a Pozo Almonte con Iquique: una enorme chimenea y un galpón de grandes proporciones, se recortan contra el firmamento.

Acá se puede ver casi en totalidad el sistema industrial utilizado a principios del siglo XX, cuando las operaciones mineras de esta oficina se pusieron en marcha. La planta de lixiviación – proceso de extracción de materia soluble de una mezcla mediante la acción de un disolvente líquido- está casi en su totalidad. El esqueleto de la enorme industria, contrasta con los colores del cielo y el tono rojizo que toman los latones de los edificios incrustados en la aridez.

Una visita a este conjunto de salitreras patrimoniales puede llevar todo un día. Las visitas efectuadas en tures organizados están en el lugar durante unas tres horas. Visitarlo de manera independiente libera la posibilidad de llegar a las 9 AM y quedarse hasta las 18 horas. Las personas que trabajan en la mantención de este tesoro de la humanidad, tienen historias y leyendas que las unen sentimentalmente con este sitio. Algunas de fantasmas, otras de reconstrucciones, darse unos minutos para conversar con los vigilantes o los empleados que mantienen este museo día a día, es ahondar en el patrimonio inmaterial de la cultura pampina. Pero eso es otra historia de la cual también deberíamos escribir.

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Author: chiletips

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