Desde que a comienzos de año el volcán Villarrica decidió despertar de su letargo con sendas llamaradas de lava, los ascensos -una de los recorridos más emblemáticos de Pucón- fueron prohibidos. Ha pasado un buen tiempo sin mayor actividad volcánica y las subidas al cráter están a punto de ser nuevamente el gran gancho de la zona. Yo he subido dos veces y anhelo una tercera. ¿Por qué?
1. Ascenso al Villarrica
No es necesario que seas andinista o escalador. Sólo basta tener un estado físico preparado para avanzar unas 6 horas en medio de una montaña nevada. Tampoco es necesario tener ropa especializada, ya que las agencias que llevan hacia el volcán te proveerán de equipo para nieve incluyendo botas de ascenso, piolet y crampones. También dan la alimentación de travesía. O sea, si tienes plata y ganas, no hay excusa válida.
2. Volcán Vivo
No es cualquier montaña. El Rucapillán –como era su nombre original- sigue vivo. Una humareda blanca recuerda que en la cima te encontrarás cara a cara con una fuerza de la naturaleza capaz de aniquilarte si quisiera. Las erupciones del volcán, si bien no han dejado enormes catástrofes, si han costado vidas. Eso lo hace más excitante y también te conecta más a la madre tierra y sus cambios.
3. Metros sobre el nivel del mar 2847
No es una pequeña ladera y aunque 9 de cada 10 personas lo pueden subir con paciencia, calma y certeza de los pasos que se realizan en los mantos de nieve, sus imponentes 2847 metros son para respetar. Y es un mérito coronar la altura. El ascenso se realiza en filas indias, asegurando el paso con los piolets y los colmillos de acero que son los crampones. Si en medio de la subida sientes ganas de bajar o te cansas, los guías esperan o acompañan el descenso.
4. Enormes Panorámicas
El premio a todo este esfuerzo se lo lleva la impactante panorámica andina que hay desde la cima. Hay que contar también el cráter que ahora sí que debe ser una atracción superlativa, aunque sumamente peligrosa. Desde la altura se pueden ver varios lagos como el Villarrica o el Caburgua y casi una decena de volcanes nevados, donde destaca la figura del Lanín hacia el Este o el mismísimo Osorno hacia el sur, cuando las nubes lo permiten.
5. Veloces Descensos
Es tal vez el mejor momento, el más esperado y el que explica porque se lleva una especie de asiento de goma durante toda la travesía como parte del equipo. Los brasileños a esta forma de bajar cerros le dicen “ski bunda”, y es el resultante de sentarse en la goma que se ajusta al cuerpo, deslizarse y seguir la ruta trazada por el guía que abre el camino ladera abajo. La velocidad que se puede alcanzar es muy alta por lo que es necesaria la responsabilidad personal. En cualquier caso el piolet sirve como freno de emergencia.
6. Adrenalina Post
Digámoslo. No es fácil tener un tope de adrenalina en el cuerpo y sentir esa fuerza de estar maravillosamente vivo, excitado, casi conmocionado por lo que se ha vivido. Y subir al Villarrica es una apuesta segura para poder vivir esto.
No todos los días uno puede decir “subí un volcán”. Mucho menos probable es contar que subiste un volcán que está poderosamente vivo.
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