Suena paradójico, pero el desierto más árido del mundo cuenta con una serie de atracciones acuáticas. No son piscinas, que sí las hay en los hoteles de mayor categoría, si no que fuentes de agua natural que brotan como milagros en la sequedad de la región de Antofagasta.
San Pedro de Atacama, la ciudad más afamada en el turismo del norte chileno, se llena de personas que viajan a conocer los misterios de uno de los lugares más áridos del planeta. Inmerso en las cercanías de la cordillera de los Andes y en la puerta del altiplano, sector compartido con Argentina, Perú y Bolivia.
El desierto de Atacama resuena mentalmente a una zona carente de agua. Sin embargo, la realidad es diferente. A pesar de la sequedad mítica de este inmenso lugar, hay bastante más agua de lo imaginado. No es que corran caudalosos ríos ni que la lluvia tenga una periodicidad como en el sur del país, sin embargo, varias lagunas cordilleranas, géiseres y termas, demuestran una cara tan necesaria como poco conocida en medio de un paisaje ocre: el agua.
Los arroyuelos que corren por las calles de San Pedro, como si estuvieran siendo una berma natural, demuestran la importancia que tiene el vital elemento para la sobrevivencia de las comunidades del desierto. Cada uno de los poblados que se disgregan en los 105.000 kilómetros cuadrados que corresponden a la superficie del desierto de Atacama, son verdaderamente unos oasis. A continuación, les damos algunos datos en donde podrás refrescarte del calor del día o poder ver el milagro que produce el agua en un ambiente tan hostil.
Pozo 3
Uno de los lugares más clásicos, son las piscinas termales del oasis Alberto Terraza, también popularmente conocido como Pozo 3. Distante a cinco kilómetros del centro de San Pedro por la ruta internacional 27 que va hacia Argentina, esta piscina se encuentra a un costado del aeródromo.
Un pozo mineral emana las aguas que contienen esta piscina, reinaugurada el año 2016, y cuya temperatura es de deliciosos 23° C. Cuenta con una pérgola suspendida sobre el agua y que hace las veces de mirador. Hay sombra natural también gracias a los bellos pimientos que han crecido a pesar de la sequedad, también cuenta con mesas de picnic, quinchos, parrillas, baños y duchas. Es ideal para pasar la tarde.
Sus horarios son de martes a domingo de las 9 a 18 horas. El valor por persona es de $5000 pesos y el estacionamiento del auto cuesta $1500.
Laguna Chaxa
Más hacia el sur, por la ruta 23, aparece un “verde” poblado, Toconao, ubicado en una quebrada del río homónimo. Es en la plaza de armas de esta villa, donde la mayoría de los autobuses que viajan en tures organizados hacia el Salar de Atacama, se detienen. La iglesia de San Lucas, con su campanario separado de la estructura eclesial, está siempre de puertas abiertas para mostrar la arquitectura y arte sacro altiplánico que detenta. Es Monumento Nacional.
Si viajas de forma independiente, se debe considerar conocer la cercana Quebra de Jere, en la que el río Toconao posee un encajonado caudal que provoca que este sector se convirtiese en un gran huerto comunitario de la población atacameña local.
Siguiendo camino y luego de un desvío que completará el trayecto a 55 kilómetros al sur de San Pedro de Atacama. El paisaje cambia y del ocre se pasa al blanco. Un enorme campo salado de 100 kilómetros de largo y 80 de ancho: el salar de Atacama, el tercero más grande del mundo. Tras el pago de una entrada de $2500 pesos, una serie de circuitos entre la sal van dejando a relucir uno de los más importantes componentes del lugar: las lagunas salobres. Como espejos, reflejan a las montañas y a los volcanes Licancabur y Lascar, que se recortan la zona oriental.
El salar forma parte de la Reserva Nacional Los Flamencos y la principal estrella del sector, la laguna Chaxa, le hace honor al nombre de este santuario. Centenas de flamencos, rosados y gráciles, vuelan por los aires para aterrizar con estilo en la escasa profundidad de las lagunas. Ahí pasean sus particulares picos buscando comida. El atardecer es la hora más espectacular.
Lagunas Altiplánicas
Retomando la ruta 23, se avanza hasta Socaire, pequeña villa que ha tomado fama por sus muros ideales para la escalada deportiva, sin embargo, el objetivo final está 28 kilómetros más adelante. Se trata de una de las secciones más alejadas de la Reserva Nacional Los Flamencos: las lagunas Miscanti y Miñiques. El paisaje se ha transformado en el típico de altura: paja brava y llaretas medio de un relieve cordillerano.
Los guardianes del lugar son los pobladores de Socaire, que cobran $3000 pesos por persona. El territorio de ambas lagunas, a 115 kilómetros de San Pedro de Atacama, comprende 10.977 hectáreas, teniendo las aguas de la Miscanti una superficie de 15 kilómetros cuadrados, coronadas por el volcán homónimo que alcanza los 5.622 metros de altura. Hay trekkings para acercarse hasta la orilla de lago, pero hay que hacerlo lento, porque acá uno camina por sobre los cuatro mil metros de altura.
Quinientos metros más hacia el sur, está la más pequeña laguna Miñiques, de sólo 1500 metros cuadrados de superficie, y bajo un volcán homónimo con 5.910 metros de altura. Hay un mirador se puede observar a grupos de vicuñas pastando en tranquilidad por las riberas de la Miñiques. Además, se puede ver el wári o Tagua Cornuda, el pato juarjual, el pato jergón chico, la gaviota andina o el blanquillo.
Piedras Rojas
Siguiendo el camino internacional hacia el Paso Sico, la soledad del desierto atacameño se acrecienta en cuanto comienza su transición hacia el altiplano. Unos 150 kilómetros al sureste de San Pedro, surge una nueva sorpresa acuática: el salar de Talar, dueño de una laguna color verde intenso que contrasta con todo el resto del paisaje.
Las rocas rojizas, producto de la oxidación del hierro, bautizan este mirador sobre la laguna que es cercada por volcán Caichinque (4450 msnsm) y el cerro Médano (4665 msnm). Dependiendo de la hora en que se arriba a este sector, dependerá también el tiempo que se pueda estar en las afueras y no dentro del auto. Un promedio de 1°C tiene el lugar y cuando atardece, el viento frío aparece y castiga. La entrada es gratuita.
Géiseres del Tatio
Hay que salir entre 4 y 5 de la madrugada desde San Pedro de Atacama, para remontar los 95 kilómetros que separan al pueblo de una de las atracciones que más concentra visitas en la región. Más de 100.000 turistas llegan cada año para vivir la experiencia de estar en el campo geotérmico más grande de Sudamérica.
Tiene más de 80 géiseres activos, el 8% de los que hay en el mundo y sus aguas alcanzan los 86° Celsius. Y aunque sus chorros no alcanzan a superar el metro de altura cuando, en las mañanas y con una temperatura de -13°C, emergen desde bajo la tierra, es suficiente para hacer de este escenario natural sobre los 4200 metros de altura, algo totalmente marciano. Gente enfundada en ropas térmicas, se pasean y admiran el borbotear del agua caliente, mientras las nubes de vapor le dan un ambiente misterioso a todo. Debido a esta “nubosidad” es que se deben extremar los cuidados al saber por dónde caminar. Una zambullida acá puede ser fatal.
La entrada vale $7.000 pesos para chilenos y $10.000 para extranjeros. Los tures organizados valen desde $22.000. Algunos contemplan desayuno y guía. No es recomendado para gente con problemas de hipertensión o embarazadas.
Termas de Puritama
Por la ruta que lleva al Tatio, pero a sólo 30 km de San Pedro, están las termas de Puritama, sector don varios pozones naturales con aguas cercanas a los 30°C y sobre los 3500 msnm. Entre medio de varios murallones de roca y mucha vegetación, un delgado río serpentea humeante.
Una serie de piscinas con pequeñas cascadas, se transforman en todo lo necesario para gozar un paisaje que, fuera del agua, tiene un permanente viento súper frío y que, por dentro, es absolutamente placentero. Algunas de estas pozas tienen cuevas en las que se puede meditar o esconderse de la vista de los otros bañistas. Sus aguas son ricas en 14 minerales, siendo los más abundantes el magnesio, litio, boro, sodio y calcio.
Hay áreas de camping y camarines. Hay que pagar una entrada que puede considerarse cara, ya que el lugar es administrado por un hotel que ha procurado preservar toda esta zona como una reserva natural y como el hábitat del gato andino, mamífero hasta ahora poco conocido y estudiado. Adultos desde $15.000, niños desde $7.000. Están abiertas todos los días desde las 9:30 a las 17:30.
Laguna Cejar
Cuando llegas, tras 20 kilómetros de viaje sur desde San Pedro, la postal que se ve es de gente flotando sin esfuerzo alguno, en medio de una laguna circular en medio del desierto. Parece un cuadro surrealista y también un espejismo.
La Laguna Cejar, a la cual se entra previo pago de $15.000 pesos, tiene una concentración de sal de un 97%, lo que hace que el efecto de flotación sea similar al del Mar Muerto. Al sumergirse se experimenta estar en un baño de cristales, que te acompañaran al aire libre y en que es necesario tener agua dulce para poder limpiar la piel. La laguna es alta en litio y azufre. Más al sur se encuentra la laguna Tebinquinche ($2.000) que, sin viento, refleja la imagen del desierto en sus aguas. Paradójico y real.
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