Los mantos andinos de la región de Los Lagos son prodigiosos en paisajes que entremezclan a lagos cordilleranos, ríos y los bosques siempreverdes. De todos ellos, el circuito que une al lago Todos Los Santos y los Saltos del Petrohué es el más expedito para conocerlo – en menos de dos horas de distancia- desde Puerto Varas.
Todos los caminos llevan a los saltos del Petrohué, o eso pareciera en el centro de Puerto Varas. La turística ciudad vecina al lago Llanquihue –prodigiosa en kuchenes, playas y cervezas artesanales- cuenta con una serie de operadores turísticos que hacen de la dupla de los saltos junto a la visita al lago Todos Los Santos, una de las atracciones más visitadas de la zona.
Ambos atractivos están inmersos en el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, de 253.780 hectáreas protegidas y uno de los más visitados de Chile. El volcán Osorno se transforma en la máxima referencia con su nevado cono de 2652 metros de altura que hegemoniza las miradas en la ruta que se adentra hasta el lago Todos los Santos.
En Micro
Desde el centro de Puerto Varas aparece la respuesta para el viajero independiente que desea moverse por estos parajes: una micro. Alrededor de 90 minutos demora el recorrido que se hace entrañable y barato. El boleto cuesta $2500 pesos por persona y que permite ver, a través de generosas ventanas del microbus, la transición del bosque siempreverde mientras asciende por el relieve andino.
La recomendación –si es que puedes- es irse en el costado izquierdo del vehículo, justo en la fila del conductor. La ruta 225 que une a Varas con Ensenada, bordea la zona sur de los 860 km2 de superficie total que tiene el lago Llanquihue y que lo convierte en el segundo más grande de todo Chile.
Ensenada, es una pequeña localidad ribereña con varios locales de comida, abarrotes, cabañas y campings. Además, es el punto de partida para tres sectores distintos: la ruta hacia Puerto Clocker, en la zona norte de la cuenca lacustre; hacia el sur rumbo a Ralún, Cochamó y el estuario del Reloncaví; o hacia el oriente. a unos 15 kilómetros de distancia, donde está Petrohué.
Para los sentados en el costado izquierdo, aparecerá de súbito entre los bosques el faldeo austral del volcán Osorno, con su perfecto cono coronado por glaciares. Los árboles aumentan su tamaño con especies como el canelo, arrayán, ulmo, olivillo, coigüe o pitra. El bosque se transformará en el portal que custodia las grandes reservas de agua de esta zona de la región y que deja ver, de tanto en tanto, al otro afamado volcán: el Calbuco.
El bus tiene dos paradas esenciales: frente a la entrada de los Saltos del Petrohué y frente al lago Todos Los Santos.
Aguas que rugen
Aunque dicen que no trae el mismo caudal que antaño, el sonido de los saltos de agua más famosos del parque nacional Vicente Pérez Rosales suena fuerte mucho antes de llegar a los miradores que se instalaron especialmente para admirar la fuerza del río Petrohué mientras su caudal está obligado a flanquear los accidentes geográficos propuestos por la roca volcánica que se estacionó en este sector hace más de 600 años producto de una de las últimas erupciones del Osorno.
Luego de pagada la entrada -$2000 adulto nacional y $4000 extranjeros- se traspasa a una instalación arquitectónica de troncos y piedras, en que hay cafeterías, venta de suvenires y una oficina de CONAF.
Posteriormente una caminata de menos de 15 minutos lleva a los visitantes frente a frente a los Saltos. Sin mayor dificultad, la ruta que desde el 2018 fue re-confeccionada para dar acceso a persona con movilidad restringida. Más de 500 mil visitantes por año llegan frente a un espectáculo natural de notables proporciones: las caídas de agua se unen a una visión sin interrupciones del volcán Osorno.
Acá es donde se instaura el impero de la selfie. Como en una fiebre del auto-registro, la gente posa en todas las formas para concretar el anhelo de la foto épica en un lugar idóneo. Si no eres de esos, paciencia. En caso contrario este sector del parque nacional cuenta con un puñado de buenos recorridos alternativos que bordean la orilla del río Petrohué o que llevan a notables lugares como la Laguna Verde.
El Lago Esmeralda
A sólo cinco kilómetros de distancia, en ruta al oriente, el camino se acaba y aparece en gloria y majestad un espejo de agua de un radiante color esmeralda. Desde la playa de Petrohué –el pequeño poblado que regenta la orilla noroeste del lago- se puede observar la morfología del lago Todos Los Santos.
Angosto y con una superficie de sólo 178.5 kilómetros cuadrados, su profundo color imanta las miradas. Lo mismo ocurre al mirar la cercana costa austral, a la que se puede llegar en un corto paseo en bote y por $500 pesos por persona. En este lugar se puede acampar y despertar con desayunos frescos de pan amasado y küchenes, masas dulces herencia de la colonización alemana de la región de Los Lagos durante el siglo XIX y XX.
Otro paseo en bote, pero de mayor duración y en naves de mayor calado, se puede efectuar desde el muelle principal (lado norte del lago), en que se navega durante casi dos horas entre bosques y montañas nevadas hasta llegar a Peulla, villa inmersa en medio de la naturaleza y que cuenta con un bello hotel. Este lugar también es el lugar de paso en una travesía más larga: “El Cruce Andino”, que une a Puerto Montt con Bariloche, Argentina, navegando a través de tres lagos.
Todos Los Santos fue colonizado por monjes jesuitas que instauraron una ruta de trekking que unía a los pueblos nacionales con los trasandinos. Benjamín Muñoz Gamero, militar y explorador, redescubrió este lago en 1849. Desde ese entonces la fama de este sector creció hasta convertirse en un lugar fijo a la hora de visitar la cuenca del Llanquihue.
¿El regreso? Hay micros saliendo cada 30 minutos o una hora. La recomendación es abordarlo desde acá. Cuando hace la segunda parada frente a la portería de los Saltos y acá el vehículo se repleta. Opción: hacer dedo. Funciona.
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