La reconversión de Castro, el clásico mochilero de todos los tiempos en Chiloé, es algo irreversible. Nuevos restaurantes, hoteles y cafeterías la han sacado de ser sólo un lugar de paso, sino un lugar para quedarse, caminarla y descubrir sus callejones, panorámicas al fiordo de Castro, los palafitos del río Gamboa o su horroroso nuevo Mall.
Cambió y se ha puesto más elegante. Siempre hay mochileros y artesanos en sus calles y plaza de armas, y se agradece. Castro no ha perdido autenticidad, más bien está puliendo y sacando a relucir, por fin, su patrimonio cultural, arquitectónico y natural, provocando con ello ese sentimiento de querer quedarse un día más. Lo nuevo que vimos en el viaje, a continuación, para ustedes:
Barrio Gamboa
Basta que a cualquier colectivero o micrero le preguntes por el “Puente Gamboa” para que te indiquen cómo llegar. Con varias líneas que te pueden llevar, está distante también a sólo 15 minutos caminando desde la plaza de armas de Castro, y en bajada, se llega a este sector que cruza el río Gamboa y enfrenta a una serie de preciosos palafitos. Hasta acá no hay novedad.
Pero al saber que la mayoría de estas casonas tradicionales se han convertido en hoteles boutique, la cosa cambia y la envidia de querer estar ahí dentro, aumenta. Desde hace pocos años se establecieron, uno tras otro, estos hoteles que tienen las máximas preferencias en Tripadvisor y que se puede llegar a adivinar lo que se siente estar en alguna de sus terrazas palafíticas.
Una rápida mirada por la calle Ernesto Riquelme, la que da a las puertas de los palafitos, sirve para dar cuenta que hay más de cinco opciones de refinados hoteles, una pizzería artesanal, una cafetería y el comentado restaurant “Cazador”, que ofrece ostras, lechón, pato o el pescado del día, en finas y sabrosas preparaciones. El menú va cambiando dependiendo de los productos del día y los valores van desde $6000 a $15000 pesos por plato.
Lo único tradicional que existe, está en la mitad de la larga cuadra, donde sobrevive un pequeño boliche de barrio en el que aún se puede comprar frutas, dulces o pan. Su dueña cuenta que le han ofrecido hartos millones por el lugar y que vive ahí desde antes del terremoto del 60´, movimiento que terminó por inundar todos estos terrenos que antes eran tierra firme.
Atardecer sobre el mirador
El mar se asentó y con ello nacieron estas casas elevadas por largas vigas de madera cuyo tejido se denomina “palafitos” y que son el espectáculo que se debe ver al atardecer sobre el mirador del río Gamboa Cuando la marea baja, se recoge cerca de 500 metros y los palafitos quedan sobre una playa fangosa.
Es usual ver un grupo de cisnes que nada tranquilo y se aleja de los seres humanos apenas uno se quiere acercar. Igualmente puedes conocer un astillero con enormes naves chilotas en pleno proceso de construcción en la ribera opuesta a las casonas y bajando por un deslinde del mirador.
Cuando la marea es alta, los colores del atardecer tiñen completamente al desagüe del río. Las luces de los palafitos se comienzan a prender a medida que el sol se va. Y vuelve eso de la envidia de querer estar allá sentado, en una terraza sobre los pilotes de madera, mirando más de cerca el paisaje de este renovado Castro.
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